Desde las místicas y sorprendentes tierras de El Cairo, llegó a Chile en mayo del 1927 un equipo de artistas e ilusionistas que desconcertarán al público chileno por su destreza cognitiva, su resistencia corporal y otros misterios que esconde su arte y “ciencia”. Se traba del profesor Bernardo, autodenominado como director del Instituto Hipno-magnético de El Cairo; de su Fakir de Car-Lay, un artista que puso a prueba los límites del cuerpo humano y de la razón; y por último, a su médium Alfred “el hombre de los mil ojos” que resultaba ser el intermediador de sorprendentes números de adivinación, lectura de pensamientos, entre otros.
Su paso por Chile fue como una tormenta de arena que sorprendió y pasmó para siempre las conciencias del público local. Donde sea que fuere, ya sea en el Teatro Coliseo de Santiago, el Teatro Nacional en Antofagasta, el Teatro Victoria en Valparaíso, o incluso, entre medio de los Andes en la ciudad minera de Sewell, su espectáculo fue variopinto y diverso, jamás repitieron sus números en honor a su profesionalismo y a lo rápido que se divulgaba su oficio.
Cuando las agujas del reloj se acercaban al momento de las funciones de vermouth y noche, el profesor Bernardo y su Fakir ya tenían todo listo para dar inicio a su espectáculo. Fue una constante en el inicio del show el teloneo de la troupe bataclánica y del humorista Rojas Gallardo que le otorgaba
un toque picaresco y simpático que resultaba tan frecuente en las revistas de espectáculos de fines de los años 20. Sin embargo, el tono del show cambiaba diametralmente al comenzar la introducción del profesor Bernardo. Lo que se verá en el show es algo propio de la “ciencia”. Con esa consigna comienza la breve conferencia del profesor Bernardo resaltando el valor y significación de las ciencias ocultas, algo que desde un diario argentino citado en DIARIO VALPO, implica “el alto propósito de provocar en el espíritu… una saludable reacción basada en el desarrollo de las ciencias ocultas que lleva en sí cada hombre”. La “labor científica” del profesor -tal como la prensa de la época le denominó- está a punto de comenzar.
Su show transitaba, por un lado, en la dimensión esotérica y mística, con números dedicados al hipnotismo, sonambulismo y telepatía; y por otro lado, la dimensión física con momentos impactantes de resistencia corporal propios del faquirismo. Del primero, se destaca “El descubrimiento de un crimen”, osado título para toda una performance con alto interés científico y sugestivo para criminalogistas, médicos y abogados. Algo ha sucedido en el teatro, un crimen se ha cometido y las pistas las tendrá el público. Bernardo, valiéndose de la sugestión y el hipnotismo, descubrirá al hechor. Con la misma intención, en otros escenarios se desarrollarán otras pruebas de adivinación. Curiosa resulta el acto de despedida en
Antofagasta, donde el faquir sorteará entre los asistentes el boleto que, según él, saldrá ganador de la lotería de Concepción.
De la segunda dimensión, con un alto protagonismo del Fakir de Car Lay, aparecen momentos como “El quemado vivo”. En el diario del domingo 29 de mayo, antes de su presentación en el Teatro Comedia se anuncia “Mañana: El faquir será quemado vivo”. Mucha gente con tan sólo leer el auspicio un teatro llenísimo expectante ante esta osada declaración. El “insesible al fuego”, faquir de Car Lay, se expuso ante la acción del fuego mediante diferentes ejercicios y acrobacias que provocaban sensaciones muy cercanas al morbo. En otras latitudes se presentó “El enterrado vivo”, donde el faquir entraba en un estado cataléptico siendo capaz de resistir a la ausencia de oxígeno. Así, el público quedaba estupefacto y con fuertes discrepancias de los límites del ser humano.
Eso y mucho más incluían el número del profesor Bernardo, su faquir de Car-Lay y de su médium Alfred. El atrevimiento de este espectáculo llamó la atención incluso del Ministerio de Higiene que encomendó a médicos a supervisar las normas y cumplimientos del rigor humano. Sin duda, un espectáculo que resultó único e impecable. ¿Ilusionismo? ¿O ciencia? La prensa ya lo discutía en su tiempo, lo único cierto, es que provocó entre los asistentes un asombro inigualable que aportó al ocio.