Miércoles 28 de noviembre de 1934, el mes ya estaba por culminar y el verano estaba por llegar, pero el boletín meteorológico anunciaba una máxima de 12°C frente a mínimas de -7°C, ambiente que sólo se daba -y podían soportar- allá arriba en la ciudad de Sewell. En este particular contexto se anunciaba en el diario El Teniente un curioso evento para el Teatro Gimnasio: “Extraordinario acontecimiento mundial. The Great Richiardi presentará su fantástica y lujosa Revista Diabólica”. Con esa pomposa y grandilocuente invitación era imposible que las personas que daban vida al asentamiento minero no se entusiasmaran. Todo lo contrario, fueron las palabras precisas para despertar la curiosidad y planificar la asistencia a un espectáculo nocturno de magia e ilusionismo.
Días antes ya circulaba en el diario este brillante anuncio y sus ilustraciones avivaban las expectativas del futuro público. Para el mismo día, apareció la ilustración del mago Richiardi con un serrucho, una dama cercenada y el diablo a su lado. Perfecto enganche, pero que era fiel a los espectáculos que ya solía dar este mago en grandes escenarios mundiales y de alta alcurnia que le valieron su reconocida fama. Ya había
pasado por grandes coliseos como el Teatro Empire de Paris, el Wintergarten de Berlín, el Coliseu dos Recreis de Portugal, o incluso al otro lado de la cordillera con el Teatro Casino de Buenos Aires. En todos ellos las ovaciones fueron efusivas y colocaron a este mago en un puesto especial para la época.
Para “la ciudad de las escaleras” resultaba una completa novedad la llegada de Richiardi. Otros magos ya habían pasado antes, pero ninguno como él, pues su “Revista Diabólica” no era un nombre en vano. En lo absoluto, pues él realizaba actos sumamente interesantes por sus habilidades hipnóticas, puesto que su especialidad siempre estuvo asociada al arte del ocultismo y al control de las mentes. De ahí su relación con el diablillo de las imágenes que circulaban para promocionar su show. “De ahí deben de provenir sus poderes” decía un obrero de la época mientras se dirigía al Kiosko Central de la localidad para asegurar su butaca. Además, este espectáculo no era posible sin la inigualable acompañante, Miss Rina, quien servía como parte de un todo.
El momento había llegado, “a pesar del mal tiempo, con un público numeroso, antenoche se verificó el estreno de la Compañía Richiardi” anunciaba el diario, pues las
condiciones climáticas a más de 2200 metros sobre el nivel del mar, en plenos andes centrales, no es nada fácil. Pero no fue obstáculo para el gran mago y su revista que tenía, después de todo, un carácter familiar. Con teloneros como Amparito Soria, una estrella del baile, y Aldito, el más joven intérprete del Tango, quien posteriormente seguiría los pasos de su padre bajo el nombre de Richiardi Jr. Dio comienzo a las impactantes destrezas del susodicho. Se realizaron efectos tal como se promocionó, pues realizó “La Sierra Infernal” en donde, en base a una sierra de acero auténtica, se secciona el cuerpo de la mujer dejando las vísceras al descubierto para el control de todos los asistentes. Sin duda alguna, un efecto novedoso, como también, un acto al filo de lo prohibido. El público no dejaba de tener cierto reparo moral, sobre todo por aquella carga que pesaba en esta ciudad para aquellos tiempos. Y con dicha sensación regresaron a sus hogares, encantados por el espectáculo, pero también, sorprendidos por el origen de estas magníficas -y claramente diabólicas- habilidades. Aún, en muchos habitantes que preservan la memoria del lugar, recuerdan con encanto esta ocasión. “No deje de ver este gran espectáculo, ni juzgue a Richiardi antes de verlo”.