El hecho que marca el inicio de la exposición y rotación social de magia en Chile es el Primer Festival Internacional de Magia, convocado en febrero de 1964. Para esta década, una multitud de ilusionistas, tanto locales como extranjeros, ya habían tenido la oportunidad de demostrar sus hazañas y destrezas en situaciones como Congresos, Festivales, Giras, encuentros, etc. De esta manera, Chile no quedó atrás y se dio paso a una instancia con dichas características.
En aquellos años, la época estival en la ciudad de Viña del Mar cobró un sentido mucho más festivo que en sus años previos. La década de 1960 favoreció el espacio de la Quinta Vergara mediante festejos y competencias artísticas, algunas de ellas producto de las actividades planificadas en el denominado “Programa de Verano” establecido por la Municipalidad. Es así como para los primeros días de febrero se da comienzo a un festival de magia encabezado por un selecto grupo de 8 profesionales con profunda dedicación a la magia. Al menos en términos de difusión, el festival contó con la presencia de Adrio, ilusionista español, quien encantó a las multitudes con habilidades mediante objetos, tales como “El paso de la calavera”; el Mago Oliver, un austriaco nacionalizado chileno que ofrecía toques orientales a sus actos; Erika, una ilusionista argentina especializada en papiromagia; y los chilenos Bercoman, con dotes en la
prestidigitación; Cartex, conocido como el Tío Oscar, asombrando mediante la cartomagia; Romario, con la magia cómica; Mago Larraín, con una destreza manual única; y Harba Lay, el mago filántropo.
Este grupo de 8 profesionales maravilló de tal manera la Quinta Vergara en aquellos días que, según los registros de la época, asistieron más de 5 000 personas. Para la prensa, fue una absoluta sorpresa la presencia de los tres representantes del extranjero, y en específico, de Erika. El Mercurio de Valparaíso la presentaba de esta manera: “(…) Erika, de nacionalidad argentina, (…) es técnica en papiromagia, o sea una artista que sabe hacer con tijeras y papeles las más raras figuras e incluso cualquiera que le sea solicitada por el público”. Por supuesto, este acto tuvo una recepción eufórica, y junto a los otros actos de sus compañeros, el festival continuó con el paso de los días.
No obstante, este Festival tuvo también otras características. De hecho, tenía intenciones solidarias. Para el jueves 6 de febrero se decía lo siguiente: “El éxito alcanzado en las dos primeras funciones de ayer hace augurar que hoy ocurrirá otro tanto, lo que será un factor determinante para el mejor logro de la finalidad social que este Festival implica, cual es concurrir en ayuda económica del Hospital de Niños de Viña del Mar, que atraviesa por una difícil situación financiera, y que ante este hecho, la Municipalidad decidió darle
este giro al producido de este espectáculo de magia”. Dicha variación también implicó que para el fin de semana esta instancia tuviera un agregado, el cual fue participación de números del área musical-cultural. Uno de ellos fue la presentación de un conjunto folklórico, a cargo de cuatro jóvenes seminaristas de Argentina, llamado “Los Tahuayantu”.
Entre otros números, comenzó a cerrarse este espectáculo inédito, tanto en calidad de atractivo cultural, como también, de colaboración y exposición del ámbito de la magia en Chile. Las intenciones permanecieron y al mes siguiente el Festival se exportó hacia el norte realizando show al más estilo ‘tumba y para’ pasando por ciudades como La Serena, Antofagasta e Iquique aunque ofreciendo una parrilla mágica diferente, encabezada por Ling-Fu, Miss Kuki, Mago Johnny, Mar-Valdi y El gran Sergio. Es así como en 1964 se abren los escenarios para el desplante de la magia nacional, fomentando no sólo la entretención de la población, sino que es el comienzo de muchas actuaciones programadas y planificadas que implicaron la colaboración y el profundo aprendizaje entre quienes representaban este arte en aquella época.