Para el verano de 1965, el dicho “No hay primera sin segunda” fue una consigna bastante presente en un conjunto de magos que deseaba replicar el espectacular Festival de magia de 1964 realizado en Viña del Mar. Aquel acontecimiento -que fue la piedra angular de la colaboración, competencia e interrelación de diferentes magos tanto de Chile como del extranjero- requería urgentemente una nueva versión. La razón yacía, precisamente, en perseverar esta genuina motivación artística y profesional anteriormente dicha, sumado a esta propuesta de variedades que no sólo incluía un espectáculo de magia, sino que también venía acompañado de otros talentos, tanto musicales como humorísticos.
Así las cosas, nuevamente era la temporada estival, el verano estaba en su pleno apogeo y la ciudad jardín se preparaba también para otro tipo de Festival hacia fines de febrero que sería el que tendrá mayor repercusión hasta la actualidad. En este cálido y festivo ambiente, se volvió a escoger a la Quinta Vergara como principal espacio y escenario para el espectáculo de magia en su segunda versión (además de contar, otra vez, con el patrocinio de la Municipalidad de Viña del Mar). Y entonces, ¿quiénes conformaban este conjunto de magos que gestaron aquel panorama estival? ¿Tuvieron la misma dinámica que la versión anterior? A
diferencia de 1964, esta vez la parrilla fue menor, y no se realizó una gira en otras localidades del país. La cita a este festival quedó agendada desde el lunes 8 al miércoles 10 de febrero (en dos horarios para cada día, respectivamente) y con la dedicada presentación de Harba Lay, Mago Oliver, Mago Chandu y el Mago Sanders.
Con gran éxito se inició ayer en Viña del Mar, en el escenario de la Quinta Vergara el Festival de Magia que ha reunido a los más connotados cultores de esta especialidad”. Con esta breve reseña comentada en el diario La Estrella, es como se publicitaba aquella instancia dominada por estos cuatro ilusionistas. En primer lugar, Harba Lay, de nombre original José Scaff Saba, era el mago chileno que representó el talento acumulado de muchas décadas que le valieron una reconocible fama, también atribuida a sus acciones altruistas, y que deleitó en aquella ocasión con sus diferentes habilidades. En segundo lugar, el Mago Oliver, de nombre original Emil Schaller, fue presentado como un representante alemán, pero que en otras ocasiones también se ha asociado a un origen austriaco. Su presencia ante el público fue gratamente recibida, pero también lo fue en las redes de magia que ya se estaban instalando en el país, siendo un gran referente y maestro de magos como Gustavo Caprario o del mendocino Mario Mostny. En
tercer lugar, la Quinta Vergara se vio maravillada por Chandu, quien fuera un ilusionista argentino de nombre Eduardo Agudo, fiel representante de las técnicas más impresionantes en cuanto a manipulación. Y, en cuarto lugar, se presentó con un gran recibimiento Fernando Ulloa, uruguayo conocido como Mago Sanders.
La conjunción de estos cuatro magos (cada uno con sus particularidades en sus respectivas presentaciones) les significó otro importante hito en la historia de la magia a nivel nacional, más aún por tratarse de un Festival con pocas fuentes que profundicen plenamente en la recepción de este particular evento. De todas maneras, aquella instancia estuvo acompañada de artistas como Alicia Lizarraga, Los Tres panamericanos, Alejandro Lira, Roberto Morelo y la presentación transversal de La Orquesta Casino. De esta forma, era imposible pensar que en Chile hubiera solamente una instancia como la de 1964. Por lo tanto, “no hay primera sin segunda” decían muchas personas que compraban las entradas en la portería de la Quinta Vergara con el amable propósito de disfrutar un bloque artístico sin igual (y que, además, no sería la última vez).