Para el periódico “Mundo árabe” (semanario por excelencia de la colectividad árabe en Chile, ex – La Reforma) era común dedicar secciones en las que profundizaban en destacados personajes que tenían este origen y arraigo. Para agosto de 1959, una de sus páginas presentaba al “Sembrador de ilusiones”, quien fuera un curioso mago e ilusionista de nombre José Scaff Saba, y cuyo nombre artístico fue Harba Lay. Sin duda alguna, uno de los artistas que tuvo un agradable impacto en sus audiencias desde donde provenía, como lo fue Valdivia. Sin embargo, su trayectoria le hizo ampliar sus escenarios, siempre con dos grandes consignas que le diferenciaron del resto.
La primera de estas consignas fue su “generosidad”, pues Harba Lay promovió desde sus comienzos un desinteresado aporte a causas nobles y de necesidad social. Como hombre de negocios y buen rotario (fue miembro del Rotary Club de Valdivia) decidió enfocarse en espectáculos que tuvieran un enfoque altruista. En las páginas recopiladas del “Mundo árabe” decían “Harba Lay ha contribuido con su arte a los Rotary Clubes de Valdivia, Corral, Los Lagos, Río Negro, Puerto Montt, Ancud, Aisén, Puerto Natales y Punta Arenas. Su última actuación fue en Valdivia, ciudad en la cual organizó una velada que dejó un saldo líquido de doscientos diez mil pesos y con cuya cantidad el Rotary Club de la vecina ciudad podrá financiar la mayor parte del valor de dos incubadoras para nacidos prematuramente”. De esta manera, don José Scaff adquirió un sello especial que le valió el nombre del “Soldado de la solidaridad”.
Una de sus segundas consignas, y que fue la que tuvo un impacto inigualable en la mente y en la conciencia de las personas que disfrutaban de su show, fue su “talento” y “erudición” (en cuanto a dominio del ilusionismo y prestidigitación se refiere). Su carácter de altruista también lo orientó a públicos jóvenes y, sobre todo, infantiles. No es casualidad, pues él vivenció desde un comienzo el valor y la inigualable curiosidad de la niñez que permite abrir un mundo lleno de ilusiones. Él experimentó eso desde niño y en “La Estrella de Valparaíso” relatan sus orígenes cuando él tenía apenas 8 años: “Su comienzo se sitúa en un día de hogar en que entre los muchos habitantes que tenía su padre recibió al mago oriental Harba Lay, artista renombrado en aquellos años y de un arte insuperable, el cual le inició en el dominio de la magia, a través de algunas fáciles pruebas, que fueron el motivo de cautivación para emprender un estudio posterior”. Dicho estudio se prolongó por más de 4 décadas, y no tan sólo desarrollándose en Chile, sino que también alcanzó
importantes logros internacionales, tales como el premio del Congreso de Magos habidos en Hamburgo en el año 1962.
El efecto que presentó por escrito para concursar en aquel momento consistía en lo siguiente, se denominaba el billete en el huevo, siendo su efecto estelar. Harba Lay, acompañado de su partenaire, comenzaba con la pregunta “¿Quién sería capaz de facilitarme un billete?” normalmente la persona que subía al escenario, era un varón, quien sacaba de su billetera un billete. “Ese billete téngalo usted en la mano, y si usted es tan amable, dicte al público, el número y la serie del billete”. El espectador dictaba al público el número de serie. “Por favor, la señorita partenaire, le va a pasar a usted un sobre, usted por favor meta el billete en el sobre”. Junto con eso, la partenaire entregaba un papel celofán, en donde el espectador introducía el billete dentro, y luego, al interior del sobre. Seguido a esto, se tenía una linterna para corroborar que el billete estaba adentro. La partenaire llegaba con una bandeja, donde dejaban el sobre sellado con saliva, y la partenaire encendía un fósforo, donde el asistente quemaba el sobre. Posteriormente, cuando quedaban las cenizas, estas se vertían en una bolsa. Harba Lay, en todo momento, dirigía operación. Luego, Harba Lay tomaba la bolsa, el varón adentraba su mano en la bolsa, donde aparecía un huevo grande quien lo tomaba, lo revisaba, se lo mostraba al público, “por favor, en el mismo plato donde dejó los restos del billete, quiébrelo” y aparecía en su interior un tubito, como una capsula de celofán. Dentro, había un billete, que era similar al que habían quemado. “Por favor extiéndalo. Por favor usted puede identificar el billete”. De esta forma, terminaba el efecto con la corroboración del billete que en un inicio mostraba el espectador.
Sin duda alguna, este efecto que le permitió ganar un concurso de magia, expresando una férrea demostración de la ya mencionada consigna de “talento” y “erudición” y, que, además, producto de su sello de solidaridad le significó otro apodo, bastante común en la época: “El caballero de la magia”.
Harba Lay se abocó a la magia de forma profesional desde que arribó a Santiago en 1961, luego del terremoto de Valdivia. Los espectáculos que realizó fueron diversos y variados, de hecho, la forma en como comenzaba su espectáculo presentaba la siguiente dinámica; saludaba al público, sin decir una palabra, fumando y tirando cigarros al aire, llegando a aparecer hasta 40 cigarrillos. Luego comenzaba con sus primeras palabras “Buenas noches, distinguido público, yo lo único que les puedo
decir que ustedes han pagado su entrada para ser engañados, disfruten del espectáculo, porque la ilusión es más rápida que la vista, si yo lo hago bien, es señal de que logré engañarlo de forma simpática y atractiva, si yo fracaso, ustedes van a sufrir más que yo”.
Harba Lay incluso fue uno de los magos pioneros en trabajar en la televisión al programa auspiciado por la Viña San Jorge, llamado ‘El Club del Tío Alejandro’ dirigido por Alejandro Michel Talento durante el año 1962, en Canal 13, donde regalaba varitas mágicas como el recuerdo hacia sus asistentes. Luego de eso, sus eventos fueron constantes y crecientes, abarcando espacios como el Teatro Caupolicán, el Teatro la Ópera, la Sala Cervantes, la Sala Petit Rex e incluso locales de comida como El Pollo Dorado, El Escorial, La Hermita. Además, participó en los primeros Festivales de Magia realizados en el país en Viña del Mar para 1964 y, 1965. Incluso llego a realizar una gira nacional desde Arica a Punta Arenas a mediados de la década del sesenta.
Los encantamientos mágicos utilizados para la realización de cada una de sus hazañas, se basaban en un grito que era realizado antes de hacer cada milagro ¿Cuál era ese grito?, pues esas palabras mágicas fueron nada más ni menos que “¡Harba Lay!”. Y la magia se hizo por mucho tiempo con esas palabras y las ya nombradas consignas.
Incluso entre los años 1967 y 1968, crea el espectáculo “Harba Lay y Manolo González; como aprendiz de mago” montaje que fue realizado en la zona sur del país. Los espectáculos de Harba Lay continuaban sin detenerse, incluso, su hijo Patricio Scaff Vásquez, junto con Daniel Gleiser, realizaron un afiche para sus actuaciones en 1968 y 1969. Sin embargo, la varita mágica se quebró el día 19 de febrero de 1969, fecha en la que se produjo su sensible fallecimiento, producto de un cáncer fulminante, dejando un profundo pesar, pero también, un importantísimo legado.
Es así como se gestó un mago con características muy particulares, una persona híbrida que, además de ser un prestigioso vendedor viajero, profesión que ejercicio toda su vida, se desenvolvió entre la magia y la filantropía. Sus habilidades quedaron impregnadas en muchas personas.