El trabajo continuo en la mina El Teniente de Sewell adquiría, muchas veces, un ritmo intenso. Sin embargo, para la década de 1920, este poblado situado por sobre los 2 000 metros de altura sabía subsistir, y, por lo tanto, ya estaba contemplado una organización espacial y arquitectónica que ofrecía múltiples servicios a sus trabajadores. Fue así como en el Teatro Molino ocurrían tantas cosas y tantos eventos que alegraban y embelesaba el espíritu de esa población. Se hablaba de eventos ligados a la música, a la actuación, a las risas y también al encanto de la magia. Todo esto, al menos, hasta 1927, año en que pasó algo sumamente curioso. El diario El Teniente siempre ofrecía el panorama en dicho teatro, y era común ver a conjuntos de variedades integrados por muchas personas realizando muchos oficios. Para el jueves 12 de mayo de ese año se anunciaba “Grandioso debut de Los Figarinis”. Se leía como otro conjunto más, impulsado por un tal Figarini. Sin embargo, se trataba de un solo personaje. Sólo era Figarini, haciendo múltiples actos.
Si bien tenía un equipo detrás, Figarini hizo sus actos primordialmente solo, demostrando que su rol era la expresión de la versatilidad
artística, un “elegante artista multiforme”. Por lo tanto, para aquella población que estaba acostumbrada a las grandes compañías, la presencia de un solo personaje realizando aquella gran variedad de destrezas era sorprendente. Abundaba el talento. De hecho, para las fechas siguientes se dejaba en evidencia los múltiples “Figarini” que estarían en escena. “Figarini musical, Figarini ilusionista, Figarini Ventrílocuo, Figarini Guitarrista, Figarini Canzonetista”. Todo esto, acompañado de la típica fotografía de él mismo con la indumentaria elegante y precisa de los magos.
Tal como se mencionaba, uno de sus principales talentos estaba en la ventriloquia, la cual significó un momento de distensión, risas y carcajadas de parte de la audiencia que se dejaba llevar por aquellos muñecos que parecían tener vida propia, elaborando diálogos que muchas veces se dudaba si realmente Figarini ejercía ese doble rol. Y a la par que aparecía su rol musical, en aquellas ocasiones su espectáculo también venía acompañado de otros números complementarios, tales como Peter Troyer, un destacado bailarín zapateador, o la talentosa Jazz-Band de Sewell.
Este inigualable artista regresaba a Sewell para repetir sus múltiples actos. Para 1931, su equipo detrás ya era lo suficientemente grande para instalarse en la Carpa de La Junta bajo la inscripción de Compañía Figarini. En el diario se anunciaba “Mañana grandioso debut de la compañía de Varietées, novedades y atracciones modernas que dirige el afamado artista chileno Figarini. Artista múltiple, que ha trabajado con buen éxito en todos los escenarios de Centro y Sud-América. Espectáculo de alta novedad, fino elegante y recomendable para familias”. Para esta ocasión, el susodicho artista causó mayor impacto con sus audacias ligadas a la magia e ilusionismo. Se comentaba mucho de “La Mujer degollada viva” y “El milagro de Mahoma”, actos que según los vestigios disponibles provocaba la mayor expectación y curiosidad entre los asistentes.
“Un franco éxito” tuvo nuevamente en Sewell para aquella ocasión, como también, para sus anteriores visitas entre ese lapso de años. No fue menor su presencia en el campamento minero, pues fue de los pocos artistas con habilidades de la magia que también se aventuraban en el ejercicio de las variedades con el único propósito de sorprender a un público ansioso.