Hacia el poniente de la capital, siguiendo la ancha Alameda, entre lo que es hoy las arterias de Unión Latinoamericana y Bascuñan Guerrero, se situó hace casi cien años atrás el emblemático Teatro Politeama. Fue en una fresca noche de verano de enero de 1927 cuando más de un centenar de espectadores repletaron las butacas del magnífico teatro a la espera de un ansiado y excéntrico show. “La troupe inglesa. Los Marrocco Boys” se leía en el lobby del teatro, e incluso, en algunos diarios de aquel entonces, medio por el cual se dieron enteradas familias enteras que, precisamente, llenaron ese espacio con las expectativas altísimas. ¿Y eso por qué? Pues se decía que venían de muy lejos a traer un show de variedades que ya había conquistado a las masas de diferentes países en el extranjero. Se decía que traían toda la efervescencia que dominaba en Estados Unidos y Europa tras la guerra, y sería lo que hoy se conoce como los locos años ’20. Y por si fuera poco, en su show de variedades, se incluía números de ilusionismo que, según la prensa de la época, había sido enseñado por el inigualable Harry Houdinni. Sin embargo, todo esto solo sería uno de tantos actos por los que, en este caso, la empresa cinematográfica Max-
Glucksmann apostó en este dúo. John y Mario Marrocco están a punto de comenzar un acto sin igual para la época.
Una hora de show prometían, pues hasta tiempo de sobra tenían con su amplia cantidad de números. Uno de ellos abordaba la magia y el ilusionismo a diferentes niveles. Prestidigitaciones varias antes de llegar a números excéntricos, tales como “La silla eléctrica”, un truco espectacular que llamó profundamente la atención de la muchedumbre. También estrenan “La casa de los espíritus”, instancia dominada por actos de ilusionismo y espejismo dominados por un aura espiritista e incluso esotérica, llena de espectros que tiñeron dicha jornada con ambientes místicos jamás vistos en ninguna otra función.
El show continuó con lo que sería el momento más dinámico y sonoro de la noche. Al ritmo del incipiente charleston, un estilo de vanguardia que dominaba la costa este de Estados Unidos, los hermanos Marrocco ofrecían un baile cargado con movimientos audaces, insólitos e incluso humorísticos. La gente comenzó a marcar el pulso con sus pies, algunos aplaudieron y otros pensaban en cómo emular este baile tan festivo. Luego, llegó el momento del zapateo,
del arte con los pies, donde comenzaron a demostrar el claqué o el tap, demostrando su audacia con el ritmo, cautivando al público ya fascinado con esta novedad musical.
Finalmente, el espectáculo de variedades continuó mediante algunos sketches de humor, que ensordecieron el gran auditorio mediante efervescentes carcajadas de todos sus asistentes. Así mismo, utilizaron ventrílocuos y malabarismo para culminar de cautivar a la capital. Cierran su número y los asistentes comenzaron a despejar la sala y a retornar a sus hogares con una dicha merecida.
De esta manera, los Marrocco boys se instalaron como uno de los show más versátiles y completos de la cartelera nacional en aquel verano. Pasaron por otros teatros también, ofreciendo estos mismos actos que le valieron una fama inigualable en el extranjero, según la prensa. “Espectáculo culto propio para la familia” se leía en el diario El Teniente de la ciudad de las escaleras Sewell, demostrando que la amplitud en su oferta artística también se condice con una amplia variedad de espectadores que podían disfrutar. Sin duda alguna, un show para todas las edades.